

Al sur de Lima
El día empezó muy temprano mientras el sol salía. Era un largo recorrido hacia Ica, nuestro destino. Enrumbamos hacia las pistas limeñas con un clima nublado y poco cálido. Primero llegamos al puerto de Ballestas, en el momento que baje del carro el paisaje lleno de turistas y aves, entre ellas la más vistosa pelícanos. De repente, el olor invadió mi olfato, el cual emanaba del vasto océano pacífico. A las 9 de la mañana, una lancha nos esperaba en el muelle de la bahía.

Durante el viaje a las Islas ballestas hubo una ambiente frió y ventoso. Después de media hora, tuvimos los primeros avistamientos de animales de la zona, el icono de las islas se hizo presente durante todo el viaje. Estoy hablando del lobo marino, tirado muchas veces en las rocas junto a los representativos pingüinos de Humboldt, las aves guaneras adueñaron el cielo en el transcurso del paseo.
Después de dos horas y media de travesía habíamos acabado el recorrido a estas maravillosas islas. Por otra parte, los restaurantes de la costa nos esperaban con los brazos abiertos, un rico ceviche y una jalea buenísima me repusieron toda la energía necesaria para el viaje. Luego de esto, descansar a la orilla del mar era una opción que no quería dejar pasar, las relajantes olas de la playa iqueña me dieron tiempo para reposar.
Era turno de pasar a la laguna de la Huacachina, la cual esta estaba ubicada a una hora. Además, el día estaba seco y caluroso. En la laguna alquilamos unos carros tubulares, fue experiencia única, rebalsaba en adrenalina, curvas empinadas, bajadas paralelas, lo que produjo una combinación de miedo y diversión durante la ruta. Al final nos detuvimos a observar las dunas, esa vasta cantidad de arena que se mostraba como un hermoso paisaje.
Foto: Gonzalo Telles
Por: Angeles Trinidad Pacheco
